Desde América Latina, hemos sentado precedentes en cuanto a la participación activa de la mujer en la esfera política. Pero esto no ha sido fácil o natural, esta participación activa en los asuntos públicos se ha dado como consecuencia positiva de una ardua lucha por exigir la participación justa y equitativa de las mujeres en los espacios de poder, así como de toma de decisiones de nuestros países. Las mujeres latinoamericanas hemos ganado espacios para potenciar nuestra participación política, sin duda, pero también hemos sido perjudicadas por los sistemas políticos patriarcales que hasta el día de hoy se mantienen vigentes. Esto ha llevado a que varias mujeres que hayan visto, y hasta el día de hoy, vean mermada su participación política y afectados sus derechos. Por ejemplo, Lidia Gueiler Tejada, accedió en 1979 a la presidencia de Bolivia desde la presidencia de la Cámara de Diputados en y ocho meses después sufrió un golpe de Estado y fue obligada al exilio. De la misma forma, Rosalía Arteaga gobernó Ecuador por 48 horas en febrero de 1997, tras el derrocamiento de Abdalá Bucaram de quien era vicepresidenta. En este caso, las estructuras políticas presentaron el machismo sistemático, permitiendo que sea nombrada jefa de Estado «temporal», principalmente por el hecho de ser mujer. El entonces presidente del Congreso, Fabián Alarcón Rivera, asumió como presidente interino hasta que se celebraron nuevas elecciones en 1998.
Hoy en día, y con la posesión por segunda vez de Michelle Bachelet como presidente de Chile, en América Latina y el Caribe contamos con seis mujeres gobernantes: Cristina Fernández en Argentina, Dilma Rousseff en Brasil, Laura Chinchilla en Costa Rica, Michelle Bachelet en Chile, Portia Simpson en Jamaica, y Kamla Persad-Bissessar en y Trinidad y Tobago. Un dato curioso con respecto a este tema, es que Europa actualmente cuenta con la misma cantidad de mujeres en el poder, seis jefas de estado o de gobierno en Alemania, Lituania, Dinamarca, Eslovenia, Kosovo y San Marino. Mientras que en África hay cuatro mujeres gobernantes en Liberia, Malawi, República Centroafricana y Senegal, y en Asia son tres, en Bangladesh, Corea del Sur y Tailandia. Volviendo a América Latina, a pesar de tener un número considerable de mujeres como presidentas o jefas de estado, nuestra presencia en otros espacios de toma de decisiones en la esfera pública, todavía es escasa. Diversos estudios de organismos como la Organización de Naciones Unidas (ONU) o la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) señalan una realidad latinoamericana, en la cual se refleja una participación bastante baja de las mujeres. En el continente las mujeres parlamentarias, juezas o ministras ocupan apenas un 26% de los cargos; mientras que a nivel de los gobiernos locales la situación es todavía más precaria con un 11,7% de mujeres alcaldesas.
No obstante, nuevamente se evidencia que en América Latina llevamos la posta para brindar oportunidades de participación a las mujeres. Actualmente 13 países latinoamericanos tienen leyes de cuotas para que las mujeres participen activamente en política. Sin embargo, existen países en lo que se evidencian bajísima participación de las mujeres, como son Cuba y Nicaragua. Varias explicaciones pueden darse a este tema, sin embargo la piedra angular de la falta de participación femenina, es el trasfondo cultural, las tradiciones y costumbres de cada sociedad. Las sociedades latinoamericanas tienen un tinte patriarcal, el cual define su estructura e invisibiliza, en la mayoría de los casos, los derechos de las mujeres. Sin embargo, debemos reconocer que con similar magnitud, factores socioeconómicos como la pobreza, educación, ubicación geográfica, entre otros; también afectan la posibilidad de que las mujeres se involucren en temas públicos, pues en muchos casos, están absortas en solucionar sus problemas personales, inmediatos y locales.